Wednesday, October 15, 2008

un clásico

Resulta que paseante está en estado. Y ya comienza a surtir efecto sobre tonteras cotidianas. Hace sólo unos minutos paseante salió, ordenadita y bien vestida, a dejar la basura. Como no, oye un portazo. Piensa en un lapso de segundo: “no puede ser mi puerta… ¿cómo tan tonta?” Mas sí, era la suya, la propia. Paseante bajó a charlar con los conserjes y a negociar la apertura. No hubo caso, por lo que tuvo que hacer llamadas dispersas para que el Joven de la Península viniera a abrir.
Cuando llegó, miró a paseante, se rió, tomaron un jugo y se fue.
Esta vez, paseante estaba del lado correcto de la puerta.
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